Los estragos de nuestra inconsciencia
Hace algunos ayeres, caminando a la orilla de la playa, un
viejo abuelo, acompañado de sus nietas y un nieto avanzaban hacia el oriente, como
buscando el lugar donde nace el Sol, con los primeros rayos del día; la
conversación se volvía cada vez más interesante.
Observaban cómo las olas del mar iban y venían en su
rutinario vaivén, saltaban cada vez que el agua les llegaba a los pies, como queriendo
evitar que los mojara, pero esto no era posible, y todos reían al saltar sin
conseguir que la espuma los rodeara.
En ese trayecto, que diariamente realizaban, surgían
algunas dudas como la siguiente: ¿Por qué el agua parecía tener un color distinto
en ciertas partes de la playa?; ¿Qué era lo que provocaba que hubiera peces
muertos en la playa?; ¿Por qué había tantas botellas de plástico ensuciando la
playa?
El viejo abuelo les respondía, dando una serie de
explicaciones a los niños, para hacerlos comprender las causas y consecuencias
de aquello que los niños observaban.
Explicaba que el agua adquiere una tonalidad diferente en
ciertas partes de la playa, debido a que en esa sección existen algunas
industrias que arrojan desechos químicos al drenaje, el cual termina en el mar.
Cuando las fábricas o pescaderías que se localizan en lugares cercanos a la
playa no realizan el tratamiento de las aguas residuales que expulsan de sus
instalaciones, éstas caen a los canales de drenaje y vienen terminando en el
agua de los mares, provocando con ello una grave contaminación, ya que el agua
sucia que cae al mar le da una apariencia o color diferente al que naturalmente
le corresponde.
La nieta mayor, que ya asiste a la escuela y ha escuchado
estas explicaciones de parte de sus maestros, le comenta a su abuelo que, en la
clase de Biología, han comentado acerca de este fenómeno, pero no lo había
podido constatar en vivo, como ahora lo estaba haciendo al acompañar a su
abuelo en este recorrido.
A la vez, el abuelo aprovecha para explicar el motivo por
el cual haya tantos peces muertos a la orilla del mar.
Les
comenta a sus nietos, que cuando los residuos líquidos y sólidos que arrojan al
mar, inevitablemente tienen contacto con los peces y la flora marina, los
cuales no están acostumbrados a convivir con sustancias tóxicas o químicos
altamente contaminantes y les hace un daño muy importante, causándoles graves
consecuencias, incluso hasta la muerte.
La flora marina, al recibir dichos elementos contaminantes,
se va perdiendo lentamente, y los peces que se alimentan de esa flora,
lamentablemente mueren y se desencadena una serie de efectos dañinos para la
salud, tanto de los peces como para propia flora del mar, como consecuencia
vemos entonces que amplios cardúmenes pierden la vida por esa causa.
Los niños, asombrados por lo que el abuelo les comenta,
inmediatamente reaccionan y preguntan: abuelo, ¿qué podemos hacer para que esto
no suceda?
A lo que el abuelo responde en automático, hijos: debemos
crear consciencia en todos los seres humanos de la gravedad de este problema,
ya que estamos atentando contra nuestra propia vida. ¿Qué va a suceder cuando
empiece a terminar la producción de peces para el consumo de la humanidad? Sin
duda habrá crisis alimentaria porque una gran parte de la población mundial
consume productos del mar para su subsistencia, las grandes poblaciones que se
asentaron a la orilla del mar dependen de la actividad marítima; pero si
estamos dañando el ecosistema pronto estaremos pagando las consecuencias de
esta atrocidad.
Sería fantástico, así como en la escuela se habla del tema,
también entre los industriales se hiciera consciencia para prevenir el daño que
estamos ocasionando.
Dentro de las actividades que cotidianamente realizamos,
está la de consumir productos envasados en plástico, llámese bolsas, botellas,
prendas de vestir, zapatos, etc., inconscientemente, cuando el material
plástico termina de ser utilizado, en forma automática, lo lanzamos a la calle,
ni siquiera buscamos un lugar propio para que sea reciclado, no nos interesa y
queda a expensas del viento o de la lluvia que va a arrastrar estos desechos a
las cuencas, donde finalmente van a dar y más tarde por efecto de las
corrientes pluviales llegará, tarde o temprano al mar.
Esto es, evitar que todos esos objetos vayan a dar al mar,
debemos hacer campañas, labores de limpieza, reciclar estos productos que tanto
daño causan a los ecosistemas marinos.
Para esto, los niños durante su recorrido han ido
encontrando respuestas a sus interrogantes, empezando a ser conscientes de su
participación para evitar hacer más daño al mar.
El abuelo, dirigiéndose a los pequeños les hace una
propuesta: _ hijos, ¿cuando empezamos a ayudar para evitar la mortandad de
peces, para que las playas estén limpias, para que el agua siempre se vea azul,
limpia, que tenga su color natural?, a lo que inmediatamente respondieron: _
abuelo, ya empezamos, mientras tú nos has venido explicando, nosotros hemos
estado recogiendo bolsas, botellas y las hemos dejado en un lugar donde habrá
de recogerlos un grupo de personas ecologistas que están dispuestos a salvar al
mar.
Empezaban ya a calentar los rayos del sol, tenían hambre y
decidieron emprender la caminata para retornar a casa, sus huellas habían
desaparecido, ya el oleaje había aumentado y el agua rebasaba el sendero por
donde habían transitado.
El corazón de los niños estaba rebozando de alegría, habían
podido conversar con su abuelo de algo que nos debe preocupar a todos; llevaban
muchas cosas para contar con sus amigos, pensando en crear consciencia entre
sus amistades para ayudar a proteger los ecosistemas marinos, para que en cada
lugar donde se realicen actividades humanas, exista la idea de proteger la
vida.
Al
tiempo que el nieto más pequeño, llevaba entre sus manos y en las bolsas del
pantaloncillo una serie de conchas y piedras que había encontrado en su
recorrido, quien al ser cuestionado por qué las había levantado, éste
respondió: _ las voy a guardar en mi casa para que no se acaben, para que
cuando terminemos de limpiar las playas y arena del mar las regrese para que
vivan felices y no se terminen nunca.
Todos rieron al unísono, al mismo tiempo que lo felicitaron
porque había pensado también en una forma de proteger la belleza del mar.
Mientras iban llegando a casa, el olor a tortillas y
pescado frito hacía que apresuraran el paso, ya que las tripas gruñían con más
intensidad, la hora del desayuno había llegado.
Si queremos un mundo mejor, debemos crear consciencia, ser
responsables, convertirnos en promotores de la vida y activar brigadas para
llevar mensajes a toda la población para rescatar nuestros mares.
Abril de 2018.
Titobeli.