martes, 15 de noviembre de 2022

 Leyendas de Chiapas.

Este es un relato de un personaje de la región del Soconusco, quien vivió esta experiencia en su pueblo de origen, 





martes, 28 de abril de 2020

Leyendas del Soconusco "El taxista"










Leyendas del Soconusco











Cuentos personales



Los estragos de nuestra inconsciencia

Hace algunos ayeres, caminando a la orilla de la playa, un viejo abuelo, acompañado de sus nietas y un nieto avanzaban hacia el oriente, como buscando el lugar donde nace el Sol, con los primeros rayos del día; la conversación se volvía cada vez más interesante.
Observaban cómo las olas del mar iban y venían en su rutinario vaivén, saltaban cada vez que el agua les llegaba a los pies, como queriendo evitar que los mojara, pero esto no era posible, y todos reían al saltar sin conseguir que la espuma los rodeara.
En ese trayecto, que diariamente realizaban, surgían algunas dudas como la siguiente: ¿Por qué el agua parecía tener un color distinto en ciertas partes de la playa?; ¿Qué era lo que provocaba que hubiera peces muertos en la playa?; ¿Por qué había tantas botellas de plástico ensuciando la playa?
El viejo abuelo les respondía, dando una serie de explicaciones a los niños, para hacerlos comprender las causas y consecuencias de aquello que los niños observaban.
Explicaba que el agua adquiere una tonalidad diferente en ciertas partes de la playa, debido a que en esa sección existen algunas industrias que arrojan desechos químicos al drenaje, el cual termina en el mar. Cuando las fábricas o pescaderías que se localizan en lugares cercanos a la playa no realizan el tratamiento de las aguas residuales que expulsan de sus instalaciones, éstas caen a los canales de drenaje y vienen terminando en el agua de los mares, provocando con ello una grave contaminación, ya que el agua sucia que cae al mar le da una apariencia o color diferente al que naturalmente le corresponde.
La nieta mayor, que ya asiste a la escuela y ha escuchado estas explicaciones de parte de sus maestros, le comenta a su abuelo que, en la clase de Biología, han comentado acerca de este fenómeno, pero no lo había podido constatar en vivo, como ahora lo estaba haciendo al acompañar a su abuelo en este recorrido.
A la vez, el abuelo aprovecha para explicar el motivo por el cual haya tantos peces muertos a la orilla del mar.
Les comenta a sus nietos, que cuando los residuos líquidos y sólidos que arrojan al mar, inevitablemente tienen contacto con los peces y la flora marina, los cuales no están acostumbrados a convivir con sustancias tóxicas o químicos altamente contaminantes y les hace un daño muy importante, causándoles graves consecuencias, incluso hasta la muerte.
La flora marina, al recibir dichos elementos contaminantes, se va perdiendo lentamente, y los peces que se alimentan de esa flora, lamentablemente mueren y se desencadena una serie de efectos dañinos para la salud, tanto de los peces como para propia flora del mar, como consecuencia vemos entonces que amplios cardúmenes pierden la vida por esa causa.
Los niños, asombrados por lo que el abuelo les comenta, inmediatamente reaccionan y preguntan: abuelo, ¿qué podemos hacer para que esto no suceda?
A lo que el abuelo responde en automático, hijos: debemos crear consciencia en todos los seres humanos de la gravedad de este problema, ya que estamos atentando contra nuestra propia vida. ¿Qué va a suceder cuando empiece a terminar la producción de peces para el consumo de la humanidad? Sin duda habrá crisis alimentaria porque una gran parte de la población mundial consume productos del mar para su subsistencia, las grandes poblaciones que se asentaron a la orilla del mar dependen de la actividad marítima; pero si estamos dañando el ecosistema pronto estaremos pagando las consecuencias de esta atrocidad.
Sería fantástico, así como en la escuela se habla del tema, también entre los industriales se hiciera consciencia para prevenir el daño que estamos ocasionando.
Dentro de las actividades que cotidianamente realizamos, está la de consumir productos envasados en plástico, llámese bolsas, botellas, prendas de vestir, zapatos, etc., inconscientemente, cuando el material plástico termina de ser utilizado, en forma automática, lo lanzamos a la calle, ni siquiera buscamos un lugar propio para que sea reciclado, no nos interesa y queda a expensas del viento o de la lluvia que va a arrastrar estos desechos a las cuencas, donde finalmente van a dar y más tarde por efecto de las corrientes pluviales llegará, tarde o temprano al mar.
Esto es, evitar que todos esos objetos vayan a dar al mar, debemos hacer campañas, labores de limpieza, reciclar estos productos que tanto daño causan a los ecosistemas marinos.
Para esto, los niños durante su recorrido han ido encontrando respuestas a sus interrogantes, empezando a ser conscientes de su participación para evitar hacer más daño al mar.
El abuelo, dirigiéndose a los pequeños les hace una propuesta: _ hijos, ¿cuando empezamos a ayudar para evitar la mortandad de peces, para que las playas estén limpias, para que el agua siempre se vea azul, limpia, que tenga su color natural?, a lo que inmediatamente respondieron: _ abuelo, ya empezamos, mientras tú nos has venido explicando, nosotros hemos estado recogiendo bolsas, botellas y las hemos dejado en un lugar donde habrá de recogerlos un grupo de personas ecologistas que están dispuestos a salvar al mar.
Empezaban ya a calentar los rayos del sol, tenían hambre y decidieron emprender la caminata para retornar a casa, sus huellas habían desaparecido, ya el oleaje había aumentado y el agua rebasaba el sendero por donde habían transitado.
El corazón de los niños estaba rebozando de alegría, habían podido conversar con su abuelo de algo que nos debe preocupar a todos; llevaban muchas cosas para contar con sus amigos, pensando en crear consciencia entre sus amistades para ayudar a proteger los ecosistemas marinos, para que en cada lugar donde se realicen actividades humanas, exista la idea de proteger la vida.
Al tiempo que el nieto más pequeño, llevaba entre sus manos y en las bolsas del pantaloncillo una serie de conchas y piedras que había encontrado en su recorrido, quien al ser cuestionado por qué las había levantado, éste respondió: _ las voy a guardar en mi casa para que no se acaben, para que cuando terminemos de limpiar las playas y arena del mar las regrese para que vivan felices y no se terminen nunca.

Todos rieron al unísono, al mismo tiempo que lo felicitaron porque había pensado también en una forma de proteger la belleza del mar.
Mientras iban llegando a casa, el olor a tortillas y pescado frito hacía que apresuraran el paso, ya que las tripas gruñían con más intensidad, la hora del desayuno había llegado.

Si queremos un mundo mejor, debemos crear consciencia, ser responsables, convertirnos en promotores de la vida y activar brigadas para llevar mensajes a toda la población para rescatar nuestros mares.
Abril de 2018.
Titobeli.