miércoles, 13 de octubre de 2010
EL MAESTRO RURAL
En los albores de mi carrera, en una comunidad serrana del Estado de Chiapas, un día, de común acuerdo con los padres de familia de la comunidad, decidimos darle vida a la parcela escolar, nos organizamos de modo que los padres de familia irían primero a realizar la limpia del terreno, que se encontraba aproximadamente a dos kilómetros de la escuela, posteriormente con todos los alumnos fuimos a efectuar la siembra de maíz y papa.
¡Qué interesante experiencia!
Muy de mañana, nos organizamos con los padres de familia y los niños, para hacer el recorrido hacia la parcela, por cierto algunos no conocían el lugar; todo era alegría, los niños con su "bastimento", que no era más que: unas tortillas gruesas, un puño de sal y uno que otro llevaba un huevo duro junto a una botella que contenía agua pura o café muy ralo, pero lo más importante la ilusión de ir a vivir una nueva experiencia.
La travesía fue muy interesante, porque caminamos por veredas y senderos llenos de lodo, los zapatos manchados de barro rojo, la ropa salpicada, sin embargo, lo mas bonito, escuchar la plática de los niños que hacían alusión a sus costumbres, o simplemente escucharlos cantar, eso era muy motivante para no sentir la distancia. Todo fue muy bonito, agradable, más, lo que llenó de júbilo a todos, fue el hecho de llegar al terreno donde se realizó el trabajo, esto me hizo recordar los día de labor en la clase de agropecuaria con nuestros recordados maestros que nos llevaron a la siembra en el área agrícola de la escuela Normal.
Pues bien, llegó la hora de desayunar, este momento tan sagrado, donde los niños ilusionados abrieron sus itacates y descubrieron lo que cada uno llevaba, unos a otros se compartían los alimentos, me llenó de emoción y agrado cuando los niños con una gran sonrisa me ofrecieron de su ración, las tortillas o un pedazo de huevo duro, o un trago de "café", lo cual acepté con gusto, porque sabe muy rico lo que viene de alguien, como esas criaturas, que comparten desinteresadamente su alimento. ¡Qué feliz momento!
Y ahora, lo mejor; realizar la tarea de sembrar, cada uno alineado en un surco, con su bolsa llena de semillas y su coa a la mano, para sembrar el maíz, otros en el área de sembrar las papas, que algarabía, unos cantaban las rancheras de la época, otros reían, otros más hacían alarde de su experiencia como campesinos, etc. Todos bajo la guía y vigilancia de padres de familia y su maestro.
Después de concluir la faena del día, con más entusiasmo fue el retorno, algunos niños se fueron quedando en el rumbo de sus casitas, otros nos acompañaron hasta la escuela, donde nos esperaban otros padres de familia y autoridades del lugar para llevar a los últimos a su hogar.
Los días subsecuentes, tuvieron como tema de las conversaciones el asunto de la visita a la parcela, los padres de familia cuidaron celosamente el trabajo de los niños, todos queríamos ir de nuevo a ver el avance de las siembras, pero fue hasta un mes después que lo hicimos con los niños más grandes para no exponer a los pequeñines a sufrir algún percance. Fue asombroso ver como el producto del esfuerzo de los alumnos había tenido éxito, las milpas crecían muy robustas, porque el terreno, tanto tiempo olvidado estaba fértil, reverdecía el papal, todo auguraba una buena cosecha.
Llegaron las vacaciones y quedó la parcela a cargo del comité y los vecinos de la comunidad, tenían que cuidar el sembradío, porque ahí estaba el esfuerzo de los niños, fue algo que se guardó celosamente.
Al regreso, las buenas nuevas, de la parcela escolar se había obtenido una cosecha abundante, suficiente maíz, enormes papas que el comité había llevado a comercializar al pueblo y aún quedaba para semilla de la siguiente siembra.
Con los recursos económicos obtenidos se lograron varias cosas en beneficio de la escuela, por ejemplo: se adrquirió la Bandera Nacional, que no tenían desde hacía veinte años, se elaboró un escritorio para la escuela, hecho por los propios padres de familia, se restauró la casa del maestro, y otros enseres más que se utilizaron en la propia escuelita.
Muchos se preguntarán, por qué escribo estas líneas, la respuesta es: "Cuando se quiere, se puede". Hoy día, existen muchos anexos como el que menciono y están abandonados, otros arrendados, y lo que es peor, otros que ni siquiera lo saben que existe; si queremos que haya progreso, si deseamos enseñar, como se debe enseñar, hay que predicar con el ejemplo.
Este es un mensaje a los maestros de la actualidad, para que busquen alternativas, que vayan a las comunidades a motivar a los padres de familia para que juntos logren el progreso de esas localidades que esperan de los maestros el retorno al trabajo fecundo y creador.
Concluyo con esta frase: "El magisterio es un apostolado, que requiere de entrega, pasión y sacrificio".
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