EN UN LUGAR DE LA SIERRA…
En este lugar no había energía eléctrica, ni carretera, ni médico, mucho menos un hospital. Sólo un farmacéutico que recetaba y curaba lo elemental, pero funcionaba para las emergencias.
žUna mañana llegamos a su farmacia con una niña que días antes había sido mordida por una serpiente y sus padres le practicaron una curación muy elemental, sin buenos resultados, por lo que la herida se había empezado a gangrenar.
En la comunidad llamada Zaragoza, del municipio de Bella Vista, Chiapas. Una niña de escuela había sido mordida por una serpiente y los padres no dieron aviso al maestro, ésta empezó a faltar varios días y al extrañarla informaron que estaba enferma, sin decir de qué, pero, al visitarla en su casa nos enteramos que habían tratado de curarla, en forma muy elemental, cortando la mordedura y aplicando hierbas para tratar de curar la infección, sólo logrando que se infectara mayormente e iniciando una gangrena. Por lo que el padre decidió llevarla al pueblo para tratar de salvarle la vida. A sus espaldas cargó con la niña y caminó por más de tres horas, hasta llegar al pueblo llamado Siltepec.
Penurias…
El farmacéutico al ver a la niña tuvo una expresión de asombro y preocupación, sin embargo dijo: “trataré de hacer algo por ella, pero…”
Preparó unas tijeras y las puso a hervir, más adelante nos indicó que le ayudáramos porque era necesario ayudar a sostener a la niña ya que al maniobrar con la herida, ella se movería mucho.
Fue muy grande el forcejeo, la niña no soportó y se desmayó en nuestros brazos, pero el “doctorcito” continuaba con su titánico esfuerzo, los trozos de piel caían al avanzar la tijera, hasta que quedó expuesta una buena parte del pie hasta la espinilla, era la parte gangrenada que había sido cortada. Después nos indicó que tenía que aplicar unas inyecciones de antibióticos y se quedaría en su consultorio durante un buen tiempo.
El padre de la niña tuvo necesidad de quedarse en el pueblo, durante varios días, sin embargo aquel esfuerzo valió la pena, pues la pequeña había evolucionado bien y a los quince días la regresaron a su casa para continuar con su recuperación y el tratamiento a base de inyecciones.
Seguimiento del tratamiento.
Al estar en su casa, la niña necesitaba que se le aplicaran las inyecciones y en la comunidad no había quién supiera hacerlo, por lo que tuve la necesidad de poner en práctica lo que teóricamente había aprendido en la Escuela Normal, con lo que perfeccioné la técnica y después lo hice para la gente de la colonia. La necesidad me obligó, pero lo hice, sin mayores contratiempos.
Un reconocimiento para nuestro amigo el Sr. Javier Meza, farmacéutico que hizo el milagro.